Nombre del autor:Pilar Santoyo

Ansiedad

Dora la Exploradora tiene FOMO

Dora la Exploradora tiene FOMO ¿Te acuerdas de Dora la Exploradora? Esa niña incansable con su mochila parlante, su mapa animado y ese mono con botas que le seguía a todas partes. Pues bien, parece que Dora, sin saberlo, tenía FOMO. Seamos sinceros: no necesitamos vivir tres aventuras al día ni gritar “¡Vámonos, vámonos!” como si quedarse en el sofá fuera un delito. Dora no podía quedarse en casa a merendar tranquila o echarse una siesta. No. Siempre había algo que explorar, algún sitio donde estar, alguna experiencia que no podía perderse. Y claro, ese impulso constante de no perderse nada… suena a FOMO. El FOMO (Fear of Missing Out) es ese miedo irracional a estar perdiéndote algo mejor que está ocurriendo en otro lugar, probablemente donde no estás tú. Y aunque tú no lleves mochila mágica ni un mono con calcetines, también vas por la vida con el móvil en la mano, el WhatsApp vibrando, y esa vocecilla interna que te dice: “¿Y si me estoy perdiendo algo?”. En este artículo, vamos a explorar el FOMO con una guía de lujo: Dora, que probablemente solo necesitaba terapia y una tarde de manta y Netflix. Pero no la juzguemos, que todos hemos sido un poco Dora últimamente. El día que no voy, es cuando pasa todo: el origen del FOMO Todos hemos dicho (o pensado) esta frase alguna vez:“El día que no voy, es cuando pasa todo.”No falla. Justo el día que decides quedarte en casa en pijama, con la pizza en el horno y cero ganas de socializar… ¡zas! Se arma la mejor noche del mes. Alguien se declara, otro se cae a una fuente, hay drama, confesiones, reencuentros. Y tú, claro, solo te enteras por los vídeos que suben al grupo de WhatsApp a las 3 de la mañana. Esa sensación de estar perdiéndote algo importante es justo lo que resume el FOMO: Fear of Missing Out, o miedo a quedarse fuera. Aunque lo parezca, no lo inventó Instagram. El término se empezó a utilizar a principios de los años 2000, pero fue con la llegada de las redes sociales y los smartphones cuando se nos fue completamente de las manos. Antes, si no ibas a una fiesta, te lo contaban por encima y ya. Ahora te lo cuentan, te lo enseñan, te etiquetan, te lo reenvían con emojis, y te hacen sentir que has cometido un error histórico por haberte quedado en casa viendo una serie.Y claro, para la próxima, vas por si acaso. No sea que vuelva a pasar todo y tú otra vez no estés. El FOMO se alimenta de eso: de la idea de que lo importante está ocurriendo en otro lugar, con otra gente, sin ti. Y aunque sabes que no puedes estar en todas, algo dentro de ti insiste en que deberías. Que si no vas, si no haces, si no publicas… te estás perdiendo la vida. Así empieza este bucle: vivir por miedo a no estar, más que por ganas reales de estar. Más aventuras que episodios de Dora: cómo se manifiesta el FOMO Dora se levantaba cada mañana con una misión clara: cruzar el río, ayudar a Tico o rescatar algo del malvado Swiper. Cada día, una aventura nueva. Y si tú te levantas y sientes que no estás haciendo suficiente con tu vida porque no tienes tres planes, dos viajes y un reel viral, enhorabuena: estás experimentando FOMO en toda regla. El FOMO no siempre se presenta a lo grande. A veces es esa sensación incómoda al ver que tus amigos han quedado sin ti, que alguien ha conseguido algo que tú ni sabías que querías, o que hay una conversación en redes en la que deberías estar participando. De pronto, lo que estás haciendo te parece menos interesante, menos importante… menos todo. Y lo peor es que, con las redes sociales, todo parece una aventura épica. Esa foto en la playa con el pie perfecto, el brunch con aguacate y luz natural, la escapada improvisada a Lisboa. Tú estás en el metro luchando por sentarte, y claro, sientes que tu vida es un episodio sin Dora, sin mapa, y con Swiper robándote la motivación. También está el FOMO profesional, que es ese primo intenso del FOMO que te dice que deberías estar montando una startup, aprendiendo Python, y yendo a eventos de networking en azoteas con gente que dice «sinergias» como si supieran lo que significa. Tú solo querías llegar a casa y ver una serie… pero no. El FOMO te susurra: “¿Y si estás perdiendo el tren del éxito mientras ves ‘La que se avecina’ por quinta vez?”. En resumen, el FOMO te hace sentir que, estés donde estés, te falta algo. Y como Dora, te pasas el día corriendo detrás de lo próximo… aunque no sepas muy bien por qué. Swiper no solo roba cosas… también tu paz mental En la serie, Swiper era ese zorro saboteador que siempre intentaba robar algo importante: la linterna, los globos, la merienda. Dora, muy resuelta, lo detenía con su mítico: “¡Swiper, no robes!”. Ojalá fuese tan fácil en la vida real. Porque aquí Swiper no te quita la mochila, te quita la tranquilidad. El FOMO, ese Swiper moderno, te roba la calma, la concentración y, muchas veces, la autoestima. Porque cuando vives comparándote constantemente con lo que los demás hacen, publican o consiguen, es muy difícil sentirte satisfecho con lo que tienes. Siempre hay alguien viajando más lejos, saliendo con más gente, o logrando más cosas que tú… aunque sea todo fachada con filtro Valencia. Y lo peor es que el FOMO es muy sutil. No aparece gritando “¡te vas a perder algo!”. Se cuela poco a poco: en el scroll infinito, en ese “por si acaso” con el que aceptas un plan que no te apetece, o en esa angustia que sientes cuando no estás en todo. Como si tu valor personal dependiera de estar presente, visible y actualizado 24/7. El impacto puede parecer menor al principio,

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Esa mala compañía llamada ansiedad​

Esa mala compañía llamada ansiedad Esa compañera que últimamente parece que vemos más que a nuestra propia familia, que aparece en los momentos más inoportunos y que nos quita las ganas de hacer cosas que nos hacen felices… esa mala compañera llamada ansiedad. ¿Qué decir sobre ella que no se haya dicho ya? Hay millones de post, libros y videos sobre ella, y como no me quiero repetir mucho para no aburriros, voy a hablar desde mi experiencia personal y en consulta. ¿Qué es realmente la ansiedad? La ansiedad no es “estar un poco nervioso”. Tampoco es “tener muchas cosas en la cabeza” o ser una persona intensa. La ansiedad es una respuesta del cuerpo y la mente que, cuando se desregula, nos puede hacer sentir que algo va mal… aunque objetivamente todo esté bien. A veces se manifiesta con pensamientos que no se callan ni debajo del agua. Otras veces, con palpitaciones, sensación de ahogo o la certeza de que “algo malo va a pasar”, aunque no sepamos qué. Y lo peor es que no siempre sabemos de dónde viene. Solo sabemos que está ahí. Lo que veo en consulta Veo personas que llegan diciendo “no sé qué me pasa, pero no soy yo”. Personas que han aprendido a vivir con una inquietud constante, con el cuerpo en tensión, con dificultad para descansar —mental o físicamente. La ansiedad se mete en lo cotidiano: en las decisiones, en las relaciones, en el cuerpo. Aparece como agotamiento profundo, bloqueo mental, falta de concentración, e incluso olvidos tontos que antes no pasaban. Como si tu cerebro estuviera en modo “pantalla azul” todo el día. Y lo más duro: ese miedo silencioso y persistente a no poder salir de ahí. A quedarse así para siempre. A que nada funcione. Cuando no entendemos lo que nos pasa, empezamos a culparnos. Como si sentirnos mal fuera un fallo personal. Como si “deberíamos poder con todo”. Spoiler: no deberías poder con todo. Nadie puede. Y no pasa nada.   ¿Y ahora qué? No hay fórmulas mágicas. Pero sí hay caminos. A veces el primer paso es simplemente poder poner en palabras lo que te pasa. Poder decirlo en voz alta sin sentirte juzgado, sin tener que justificarlo todo. El acompañamiento psicológico no borra la ansiedad con una varita, pero te ayuda a conocerla, entenderla y sobre todo, a dejar de vivir con ella como si fuera una invasora que manda en tu vida. Si te resuena… Si te has sentido identificado con algo de lo que has leído, quizás este sea un buen momento para parar y escucharte. A veces, hablar con alguien es más que suficiente para empezar a cambiar cosas. Yo estoy aquí para eso. Sin fórmulas mágicas, pero con herramientas reales.

Recursos

La autoayuda no siempre ayuda: cuándo es momento de buscar apoyo profesional

La autoayuda no siempre ayuda Cuándo es momento de buscar apoyo profesional Lecturas, frases motivacionales y redes pueden ser útiles… pero también frustrantes. Te pasas horas haciendo scroll frente a la pantalla de tu móvil y solo consigues sentirte peor, con una sensación de vacío y malestar. Vivimos en una era donde la información abunda. Basta con un clic para encontrar libros de autoayuda, podcasts inspiradores y frases motivacionales en redes sociales que prometen hacernos sentir mejor, más plenos, más felices. Y en muchos casos, pueden ofrecer alivio temporal o darnos una nueva perspectiva. Pero ¿qué pasa cuando, a pesar de todo eso, seguimos sintiéndonos mal?¿Qué ocurre cuando, en vez de ayudarnos, esas herramientas nos hacen sentir más solos, confundidos o incluso culpables por no “mejorar”? Cuando “pensar en positivo” no es suficiente Frases como “si quieres, puedes” o “tú eres tu propio límite” suenan bien… hasta que no funcionan.El problema de muchos mensajes de autoayuda es que simplifican en exceso emociones humanas complejas. Pueden hacer que quien sufre ansiedad, tristeza persistente o baja autoestima, sienta que no está “intentando lo suficiente”. En vez de ayudar, generan presión. Y si no logras cambiar con esas fórmulas, el malestar puede aumentar. La trampa silenciosa de la autoayuda La autoayuda puede ser útil como punto de partida. Pero también puede volverse una trampa cuando: Te hace sentir que deberías poder con todo tú solo/a. Te comparas constantemente con personas que “parecen tenerlo todo resuelto”. Crees que, si no mejoras, es culpa tuya. Vas de libro en libro, sin lograr cambios reales. En lugar de alivio, lo que muchas veces aparece es agotamiento emocional. Lo que una terapia puede ofrecer… y la autoayuda no La diferencia fundamental está en el vínculo. En terapia no estás solo/a frente a un texto o una pantalla: estás acompañado por un profesional que escucha, valida y guía tu proceso. ¿qué te puede ofrecer la terapia? Un espacio seguro para hablar sin juicio. Acompañamiento para comprender lo que te pasa desde una mirada profunda. Herramientas adaptadas a tu historia y tus necesidades. Un proceso de cambio realista, a tu ritmo. No se trata de que el psicólogo te diga qué hacer, sino de ayudarte a entender por qué te sientes así y cómo puedes avanzar. Buscar terapia no es rendirse. Es reconocer que mereces sentirte mejor. Que no estás solo/a. Que no eres débil por necesitar ayuda. Al contrario: es un acto de valentía y cuidado personal. Si la autoayuda te ha dado algo pero ya no es suficiente, quizá es momento de dar un paso más.Y ahí estaremos los profesionales de la salud mental, listos para acompañarte en este camino tan bonito que es la psicoterapia.  

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